En sus 61 años de vida, nuestra
Iglesia local ha tenido dos nombres. El primero tomado del Antiguo Testamento,
más exactamente del libro del profeta Isaías (7: 14). De allí procede el nombre
Emmanuel (Emanuel, con una sola “m”, es la versión castellanizada) que según la
traducción bíblica significa “Dios con nosotros” y es una alusión directa a
nuestro Señor Jesucristo. El nombre es una cita del Viejo Pacto que enlaza con
el Nuevo Pacto, que es el de la Gracia.
Y
ahí es donde adquiere sentido y continuidad el segundo nombre de la Iglesia,
pues si bien el Antiguo Pacto estuvo centrado en la Ley, el Nuevo Pacto tiene
como centro al mismo Jesucristo, por medio de quien Dios Padre ejerce la dispensación
del perdón y la salvación. Jesús, el Cristo (el Ungido), es garantía de nuestra
salvación en la misma medida en que estuvo, está y estará “entre nosotros”.
Quienes
asistimos al culto de celebración de los 61 años de la Iglesia Emmanuel, Soberana
Gracia, recibimos un boletín elaborado cuidadosamente por el pastor José Niño y
en el que se da razón del nombre actual de la Iglesia. El texto, básicamente
expone lo siguiente:
La
Biblia enseña que somos salvos por la Gracia soberana de Dios en Jesucristo. Ni
la Gracia de Dios será retenida, ni tampoco será disminuida debido a algo que
hayamos hecho o que haremos. Esta es una palabra que contiene el corazón y el
alma del cristianismo. Gracia quiere decir el favor inmerecido, un regalo gratis
para todo el que no lo merece. A la persona sin esperanza, Dios viene con su
Gracia para llenar sus necesidades.
La
doctrina de la Gracia está enfocada en la realidad del pecado personal, en las
intenciones que brotan de nuestro corazón y nuestra mente; algo que está en lo
más profundo de la personalidad, pero que muchas veces es “invisible” para
nosotros mismos. Sin la profunda convicción del Espíritu Santo no entenderíamos
nuestra necesidad de la Gracia de salvación de Dios. Somos salvos por la Gracia
inmerecida. “Porque por Gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de
vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios
2: 8-9).
Dos nombres, dos dimensiones
de la misma doctrina. Ambos igualmente válidos y significativos. A los mayores,
como dijo el pastor Nelson Rojas, nos es difícil sacar de nuestras mentes el nombre
de “Iglesia Bautista Emmanuel”, que tan gratos recuerdos nos trae. Lo
importante es entender estos dos aspectos de nuestra fe, para cuando se nos
pida dar razón de ella.
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Flor Vallejo con su esposo, Rodrigo Vargas, y su hijo Javier, pianista de la Iglesia. |
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